Si alguna vez has mirado a tu perro y te has preguntado qué siente realmente por ti, no estás solo. Es una de las preguntas más profundas que nos hacemos como tutores. Recientemente, todavía es posible encontrar afirmaciones de que los perros no tienen emociones, una idea que parece más del siglo XVI que del siglo XXI. Pero, ¿qué dice la ciencia al respecto? ¿Ese vínculo que sientes es real o tu perro solo está contigo "por la comida"?
Vamos a explorar lo que la etología canina nos dice sobre el mundo interior de nuestros compañeros de cuatro patas.
El mito del "interés": ¿Por qué tu perro está contigo?
Una idea muy extendida y simplista es que el vínculo de un perro con su tutor no es genuino, sino que está motivado únicamente por la obtención de recursos como comida, refugio o atención. Siguiendo esta lógica, se podría decir que un niño tampoco "quiere" a sus padres, ya que su relación también se basa en una dependencia para sobrevivir.
La realidad es que los vínculos afectivos tienen una función biológica fundamental en todas las especies sociales, incluidos los humanos y los perros. El apego y el "amor" son un conjunto complejo de procesos que generan uniones duraderas y selectivas, y son cruciales para la cooperación, el cuidado y la supervivencia del grupo. Afirmar que los lazos caninos son meramente prácticos mientras que los humanos son de una naturaleza superior es científicamente incoherente, ya que compartimos funciones biológicas y mecanismos neurohormonales muy similares, como la oxitocina, la dopamina o la vasopresina.
Aclarando conceptos: ¿Sensación, emoción o sentimiento?
Para entender bien de qué hablamos, es clave diferenciar tres términos que a menudo se confunden:
Sensación: Es el primer paso. Se trata de la detección de un estímulo a través de los sentidos, como oler algo, sentir una caricia o ver una luz. Es un proceso neurofisiológico básico.
Emoción: Es un estado más complejo y breve que prepara al cuerpo para actuar. La palabra viene del latín emovere, que significa "mover hacia afuera". Las emociones son programas de acción que nos ayudan a responder a los desafíos. El neurobiólogo Jaak Panksepp identificó siete sistemas emocionales primarios en los mamíferos: BÚSQUEDA (curiosidad), MIEDO, RABIA, LUJURIA (motivación sexual), CUIDADO (apego), PÁNICO/PENA (angustia por separación) y JUEGO. Si un adiestrador habla de "miedo" o "ansiedad" en un perro, está reconociendo implícitamente que los perros tienen emociones.
Sentimiento: Es la experiencia consciente y subjetiva de una emoción. Es, en otras palabras, "lo que se siente" al estar asustado, contento o enfadado. Los sentimientos tienen una valencia (agradable o desagradable) y nos motivan a buscar experiencias positivas y a evitar las negativas, jugando un papel clave en el aprendizaje y la toma de decisiones.
Estos sistemas no están aislados, sino que la cognición, las emociones y los sentimientos están profundamente interconectados y se influyen mutuamente.
Entonces, ¿cómo sé si mi perro me "quiere"?
La ciencia establece con un alto grado de certeza que los perros tienen la capacidad biológica de formar vínculos afectivos profundos, similares a lo que nosotros llamamos "querer" o "amar". Sin embargo, responder si tu perro en particular te quiere no es un simple "sí" o "no".
La clave está en observar su comportamiento en el contexto de vuestra relación. Un perro no es una máquina que reacciona igual ante cualquier persona. Algunas señales de un vínculo afectivo fuerte incluyen:
Busca activamente tu cercanía y contacto físico de forma voluntaria, incluso cuando no hay una recompensa inmediata como comida.
Muestra signos de bienestar y relajación en tu presencia.
Te recibe con saludos entusiastas cuando vuelves a casa.
Muestra signos de angustia por separación (que disminuyen con tu regreso), aunque esto debe ser evaluado con cuidado por un profesional.
Es cierto que a veces es difícil diferenciar una motivación puramente afectiva de una instrumental (hacer algo para conseguir un premio), pero es crucial entender que ambas motivaciones no son excluyentes. Un perro puede traerte un juguete (acción instrumental) precisamente porque tiene un deseo afectivo de interactuar contigo.
Conclusión: Una capacidad compartida.
Negar las emociones y los sentimientos de los perros no solo es científicamente incorrecto, sino que también tiene profundas implicaciones éticas sobre cómo los tratamos.
La conclusión lógica, basada en la evidencia científica, es que la capacidad para formar vínculos afectivos intensos y selectivos es una característica que compartimos con nuestros perros, producto de una historia evolutiva común como mamíferos sociales. Así que la próxima vez que tu perro se acurruque a tu lado o te reciba con saltos de alegría, puedes estar seguro de que lo que hay detrás es mucho más que un simple interés por el siguiente paseo o la próxima comida. Hay una conexión real, profunda y científicamente validada.